La iluminación es lo más importante de una casa, aunque la mayoría de las veces no se le da la importancia que tiene. Con una iluminación correcta podrás acentuar los colores, destacar las texturas y, mejor aún, ampliar el espacio.
En tu vivienda pasas gran parte del día, y sin embargo la tienes descuidada en cuanto a la iluminación se refiere. ¿Quieres que sea más luminosa, y a la vez no gastar más de la cuenta en electricidad? Con estos consejos lograrás ambas cosas. Y alguna que otra más gracias a la nueva iluminación…
Se trata de adecuar la iluminación que desees instalar a cada estancia de tu casa dependiendo del número de horas que pases en ellas o del provecho que saques de una u otra. Porque hay estancias donde pasas más horas y otras que apenas pisas. ¿O nos equivocamos?
En la cocina. Lo ideal es tener luz perimetral, –focos empotrados, por ejemplo–, y además una iluminación puntual sobre la zona de trabajo, bajo los módulos altos para evitar crear sombras en el espacio de trabajo por excelencia. Si se dispone de una isla o zona de desayuno, colocar una lámpara de techo sobre la zona. Nunca te bases en una sola luz, como puede ser el típico fluorescente de cocina o unos únicos focos en el techo.
En el salón. Ten en cuenta que una única referencia cenital, la de toda la vida, hace más pequeña y aplanada dicha estancia. ¿Lo mejor? Halógenos empotrados en techo, lámparas de techo y plafones de superficie. Si tienes alguna mesa, dependiendo de su longitud tampoco vendrá mal alguna que otra lámpara gemela o bien una de techo a una altura de unos 60 centímetros para evitar sombras sobre la mesa o los comensales.
Nunca tengas todos los puntos de luz con un mismo encendido: se iluminaría todo y daría sensación de que hay menos metros. Tampoco coloques todas las luces iluminando cenitalmente (de arriba abajo): se reduciría más el ambiente visualmente.
En el baño. Ilumina suficientemente la zona del espejo, de este modo se reflejará la luz en él, ampliando el espacio. Y coloca otro punto de luz (un foco empotrado orientable) a la espalda, para jugar con las sombras.
En el dormitorio. Aconsejamos utilizar una intensidad de luz tenue y nunca directa. Lo mejor es dirigirla a las paredes o al techo. Así juegas con el efecto de reflexión que hace un ambiente más acogedor. En el cabecero de la cama puedes utilizar apliques dirigibles que permitan la lectura.
Recuerda que se trata de iluminar, no de malgastar la luz. Y en todo caso, ten también en cuenta la textura y el color de las paredes, la distribución de los muebles, su superficie, para determinar cómo les afectará la luz y cuál será la mejor para todos ellos.
Por último, pero no menos importante, es la elección del tipo de lámparas (lo que normalmente llamamos bombillas). Resumiendo, en el mercado podemos encontrar 4 tipos de lámparas: incandescentes, fluorescentes, halógenas y led.
Lámparas incandescentes: El 8 de diciembre de 2008 los miembros de la UE aprobaron la propuesta de la Comisión de restringir de manera progresiva las bombillas incandescentes en el mercado de la UE. Sobre todo, por motivos de ahorro energético. Emiten una luz más cálida, pero son las que más consumen.
Lámparas fluorescentes: duran mucho tiempo, consumen poco pero su luz es muy fría. Lámparas halógenas: aportan una luz blanca y potente pero desprenden mucho calor.
Lámparas LED: es la tecnología de moda permitiendo un menor consumo sin emitir calor. Su precio se está reduciendo considerablemente y es muy aconsejable si tienes estancias donde necesitas tener encendida la luz durante mucho tiempo seguido.
Si es posible, apuesta por el LED, una iluminación cuyo coste inicial es superior al de otras alternativas existentes en el mercado, pero que a la larga te proporcionará un mayor rendimiento que las otras soluciones que escojas, una mejor iluminación y una duración estimada en unas 50.000 horas por cada bombilla.